5 de abril de 2013

Adonde conducen todos los caminos

Un largo viaje (1): dos días en Roma

1

Primer destino, Roma. El avión de Ryanair nos levanta en Barajas y nos deposita en Ciampino, donde Facundo se sorprende de que se abra una puerta y plop, seamos libres, sin necesidad de pasar por ventanillas de migraciones ni escáneres ni controles de ningún tipo. A mí también me había sorprendido eso la primera vez: es lo que tiene viajar dentro de la Unión Europea. Por cuatro euros, un autobús nos lleva desde allí hasta la estación de Termini, en el pleno centro romano.

Caminamos hasta nuestro hotelito, justo frente a la plaza de Santa Maria Maggiore. Nos sorprendemos al pasar frente a la embajada argentina, casi frente a la propia plaza: un edificio muy grande, con la bandera albiceleste flameando en la fachada y bustos de Manuel Belgrano y Bartolomé Mitre (¿pero por qué Belgrano y Mitre, y no otros?) en la vereda.

La bandera argentina flamea en la embajada romana.


El busto de Belgrano y, de fondo, la iglesia de Santa Maria Maggiore.

El alojamiento que reservamos responde a una característica que creo que es bastante común en esta ciudad: un departamento antiguo y enorme convertido en un mini-hotel. La ventana de la habitación da a la plaza de Santa Maria Maggiore. Las vistas son realmente preciosas.


Uno de los monumentos de la plaza, visto desde la ventana del hotelito.


La plaza, desde la ventana. Gente y palomas.

Y ya estamos instalados. Tenemos dos días para pasear por el lugar adonde, dicen, conducen todos los caminos. Allá vamos.

2

Andamos un poco reventados ese primer día, porque apenas hemos dormido. Pero eso no nos impide pasear por la ciudad: pasamos por el Coliseo (pero no entramos, eso lo dejamos para el día siguiente), visitamos la Fontana di Trevi, la plaza de España, la plaza Venezia, el parque de Villa Borghese… En las referencias del plano que está en una de las entradas de este parque (el más grande de la ciudad), Facu descubre que hay una estatua a José de San Martín. Así que nos proponemos aprovechar el paseo para buscarla.

Después de cruzar casi todo el parque, encontramos la estatua. La plaqueta nos informa que fue erigida como un homenaje de «las embajadas argentinas acreditadas ante el gobierno de Italia y la Santa Sede al Libertador General Don José de San Martín en el bicentenario de su nacimiento». El texto está fechado en Roma el 25 de febrero de 1978. Es decir, justo al día siguiente de mi nacimiento. Siempre me pareció curioso haber nacido 200 años menos un día después de San Martín y 170 años y un día después de Florencio Varela. Sí, ya sé, me parecen curiosas cosas muy raras. Y no, no estoy pidiendo un lugar para San Martín ni menos para Florencio Varela en la vereda de la embajada argentina en Roma.


El monumento a San Martín en Villa Borghese.

La placa, en detalle.

3

El segundo día es domingo y es el día que pasamos entero en Roma, ya que el anterior llegamos y al siguiente nos marchamos. Está dominado por dos hechos. El primero, la visita al Coliseo y el Foro. Vamos caminando, son más o menos las diez de la mañana. Al pasar por una esquina, vemos a mitad de cuadra un micro enorme pintado con el clásico color violeta de la Fiorentina, y que de él empiezan a descender hombres vestidos con ropa de fútbol… con la ropa de la Fiorentina.

—Tienen que ser los jugadores —me dice Facu.
—Pero no tienen pinta de jugadores —respondo yo.

Los veía chiquitos, poco corpulentos, demasiado poca cosa para ser los jugadores del plantel profesional. Además, ¿qué hacían bajando de un micro vestidos de futbolistas para entrar en un hotel a las diez de la mañana?

—La Roma jugó ayer, así que la única que queda es que jueguen contra la Lazio —dice Facu.
—Para mí que son del equipo de handball, o algo así —digo yo, incrédulo.
—Ah, puede ser.

Yo ya había visitado el Coliseo, pero volvió a maravillarme. Paseando por su interior, nos cruzamos con un español que soltó la siguiente antológica frase: «Esto es como el IKEA, me pasaría todo el día recorriendo». Bueno, la verdad es que nos cruzamos con muchos españoles, y con muchos argentinos, y con muchos japoneses (muchos de ellos, con la cara cubierta por un barbijo), y con muchos turistas de muchas partes. Roma es un gran parque temático que, como los malos actores, se representa todos los días a sí misma. Sólo que Roma es una muy buena —y hermosa— actriz.

Cualquiera es chiquitito al lado del Coliseo.

En el Coliseo hago algo que la primera vez no hice hecho y me dejó con las ganas: sacarme una foto con el pulgar hacia abajo. O sea, en pose de emperador que determina la muerte del gladiador. Facundo también cae en la tentación, y después de nosotros los hijitos argentinos de una mujer argentina que están allí quieren (y hacen) lo mismo. Según Facu, estamos imponiendo una nueva moda en las visitas al Coliseo. Pero yo no estoy tan seguro.

Pulgar abajo.

Cuando terminamos la visita, como a las cinco de la tarde, nos metemos en un restorancito de por allí a comer algo. Después de entrar nos damos cuenta de que se llama Made in Sud, y de que es napolitano. Y recién después de que hay un cuadro en lo alto, una versión de La Creación de Miguel Ángel que en lugar de Adán presenta a Maradona, con un texto que dice: «E Dio creò el calcio, por chiamò Diego e gli disse “insegnalo”». O sea: «Y Dios creó el fútbol, porque Diego lo llamó y le dijo “enséñalo”». Amén.

Arriba, las botellitas forman "Forza Napoli". Abajo, "Made in Sud".

Y en el cuadrito, "La creación del fútbol".

Y justo cuando salimos de Made in Sud aparece en todo su esplendor el segundo hecho protagonista del día: la lluvia. Un chaparrón bestial nos empapa y nos obliga a refugiarnos bajo el toldo de restorán, frente al Coliseo. Como no tenía nada mejor que hacer, saqué el teléfono y grabé este video.



Cuando logramos llegar al hotelito, tengo las zapatillas y los pies empapados. Necesitarán toda la noche para secarse, así que ya no volveré a salir. Prendemos la tele y, cierto, a ver contra quién jugaba la Fiorentina… ¡Contra la Lazio, y en Roma! ¡Y ganaron 2 a 0! Entonces tenía razón Facu, tenían que ser los jugadores. Pero ¿qué diablos hacían bajando del micro vestidos de futbolistas a las diez de la mañana? Un misterio cuya explicación probablemente nunca sabremos.

La magia de la tecnología permite convertir mi teléfono no sólo en videocámara sino también en radio, como la vieja Spika de mi papá con la que escuchaba el fútbol los domingos cuando era chico. Me quedo dormido escuchando el triunfo de River 2 a 1 sobre Colón en el Monumental.

4

El lunes lo dedicamos a visitar el Vaticano. Y no es cualquier lunes: es la víspera del inicio del cónclave que elegirá al nuevo papa, tras la renuncia de Ratzinger. Por ese motivo, hemos pensado que encontraríamos Roma hecha un lío de gente… y así es, en efecto, pero porque así es siempre. En el mismo Vaticano, pocos indicios hablan de la cercanía del acontecimiento: unos palcos para la prensa montados justo frente a la plaza de San Pedro y sillas apiladas en el interior de la basílica que algunos hombres empiezan a desplegar… y nada más. Por supuesto, no podemos siquiera sospechar lo de cerca que nos tocará el nuevo papa. Pero eso será un par de días después.

La cola en la plaza de San Pedro para acceder a la Basílica. Atrás, el palco para la prensa.

¿Habrán usado estas sillas los cardenales a partir del día siguiente?

Subimos a la cúpula de la basílica. Para eso, se puede elegir entre pagar 7 euros y acceder a un ascensor que te lleva hasta más o menos la mitad del camino y luego subir a pie 320 escalones, o pagar 5 euros y no acceder a ningún ascensor y subir a pie los 551 escalones. Un cartel informa que no se aceptan ni carnets de prensa, ni de estudiante, ni tarjeta Omnia, ni Roma Pass, ni Voucher ORP, ni entradas de museos, ni todas las tarjetas de crédito, y acepta al final un simpático «etc., etc.». Vamos, que es dinero contante o sonante o nada. Vaticano rules. Facu y yo pagamos los 5 euros, no por ahorrar plata sino para vivir el desafío de los escalones. Y allá vamos. Por suerte, o no es tan duro, o todavía estamos en un estado físico aceptable.

Los carteles: precios, cantidad de escalones y cosas que en el Vaticano no sirven para nada.

Una vista de Roma desde lo alto de la basílica.

Y una vista de la plaza de San Pedro, también desde lo alto.

5

Y casi no nos queda tiempo para casi nada más. Apenas un paseo por la orilla del Tíber, que nos deja con las ganas de entrar en el Trastevere, el pintoresco barrio que está ahí al ladito. Pero quedará para la próxima visita a Roma. Lo que ahora nos toca es ir a buscar nuestras valijas y caminar hasta Termini, donde abordaremos un tren que nos llevará a Firenze.


"Prima di tutto, Roma", dicen los carteles. O sea: "Ante todo, Roma".

Una gaviota que se empeñó en posar para la foto, con la cúpula del Vaticano de fondo.