12 de febrero de 2012

La posibilidad de una novela en internet (1)




¿ES POSIBLE PUBLICAR UNA NOVELA EN INTERNET?

Cuando pensamos en una novela en internet, lo primero que viene a la mente es el concepto de blogonovela (o blognovela, que, contrariamente a lo que yo pensaba antes de sentarme a escribir estas líneas, arroja mucho más resultados tras una búsqueda en Google). Pero la blogonovela no es una novela que se publica en internet, es otra cosa. Lo explicó Hernán Casciari, un verdadero maestro del género (¡Más respeto, que soy tu madre!, una de sus obras, se publico en libro en varios idiomas, fue adaptado al teatro y se prepara su versión cinematográfica), en un artículo en El País de 2007 del que citaré unas pocas líneas:
Es una obra escrita en primera persona, donde la trama ocurre en tiempo real. El protagonista se reconoce como gestor del formato (el weblog), la realidad afecta al devenir de la trama, el protagonista existe fuera de la historia (lo que indica que los lectores tienen derecho de interactuar con el personaje principal desde un sistema de comentarios), y, finalmente, lo más importante de todo, el autor no aparece nunca mencionado dentro del territorio de la ficción.

Recomiendo tomarse unos minutos para leer completo el artículo (acá), solo para tener claro qué es una blogonovela. Porque acá hablaré de lo que no lo es. Hablaré de la posibilidad de publicar una novela en internet, una novela a secas, que no cumpla con ninguno de los requisitos mencionados por Casciari. Lo que él llama con sorna «hacer radio en la tele». ¿Se puede?

MOTIVACIONES Y EXPECTATIVAS

La pregunta está mal formulada. Claro que se puede. La pregunta real es: ¿vale la pena publicar una novela en internet? Ahora la cosa se pone más interesante.

Si vale la pena o no depende de las motivaciones y expectativas del autor. Supongamos que yo tengo una novela escrita y la quiero publicar. ¿Por qué quiero publicarla? Se supone que para que me lean. Puedo tener otros objetivos (hacerme famoso, levantar minas, ganar dinero, obtener prestigio, establecer contactos, engordar mi ego, etc.), pero se supone que ninguno de ellos se cumplirá si antes el libro no es leído al menos por algunas personas. Siguiente pregunta, entonces: ¿me leerá alguien si publico mi novela en internet?

La cosa se complejiza más.

Ya escribí en un post de unabirome una reflexión acerca de por qué leemos lo que leemos. Vuelvo al tema para decir que, en general, leemos lo que leemos porque nos han inducido a que lo hiciéramos. ¿De qué manera? Si excluimos la «bibliografía obligatoria» de los estudiantes, esa inducción se origina en:

a) Una recomendación: de un amigo, un conocido, una persona cuya opinión respetamos, un escritor que nos gusta, etc.

b) Una persuasión: a través de la publicidad, campañas de marketing, que un libro se ponga de moda, sentido de pertenencia (todos hablan de un libro y no queremos quedarnos fuera del grupo), etc.

c) Una suposición: la que tiene lugar cuando nos llevamos un libro de la mesa de una librería o el anaquel de una biblioteca (pública, de un amigo, etc.); en general, la elección de un libro se debe a que lo hemos hojeado y hemos leído su paratexto (tapa, contratapa, solapas, dedicatoria, página de créditos, índice, etc.), y creemos que nos va a gustar; cuando nos regalan un libro, pasa lo mismo, solo que la elección queda a criterio de otra persona.

Volvamos al ejemplo, aplicando este esquema a la supuesta novela que quiero publicar en internet. Podría recomendarla algún amigo mío, sí. Podría hacer yo algún tipo de campaña de publicidad o marketing a través de las redes sociales, también. Existe, es verdad, la posibilidad más bien remota de que alguien llegue casualmente hasta ella y se ponga a leerla y le guste y entonces siga leyendo… Pero, seamos francos: leer de la pantalla sigue siendo incómodo, y el uso de tabletas y lectores electrónicos aún está poco extendido… En fin, está difícil la cosa.

UNA DIGRESIÓN

En noviembre de 2008, Hernán Casciari fue el encargado de cerrar el EBE (Evento Blog España), desarrollado en Sevilla. Yo estuve allí. Su discurso se anunciaba con un título que generaba expectativas: «La muerte de los blogs». ¿Los blogs muertos? ¿Y lo iba a decir él, una de las voces más autorizadas (o la que más) sobre el tema en el mundo hispanohablante, nada menos que en el Evento Blog?

Contexto: en ese momento ya se había producido el boom de Facebook, había quienes decían que esta red social había matado a los blogs, y Twitter ya era furor entre los frikis. De hecho, una pantalla gigante junto al escenario mostraba la interfaz de Twitter y las actualizaciones del hashtag #EBE08, todos tuits que estaban en la sala, a mi alrededor. Yo en ese momento no tenía cuenta de Twitter, no sabía cómo funcionaba: no cazaba un fulbo.

El discurso de Casciari se puede leer completo acá y también se puede ver el video enterito, acá. Su tesis se puede resumir de la siguiente manera:

Cuando se produjo la revolución de los blogs (allá por el año 2004), los usuarios se podían dividir en dos grupos: los que «utilizaban la herramienta llamada blog por una razón puntual (la necesidad es anterior a la emergencia)» y los que «poseían un blog pero todavía no sabían para qué lo necesitaban (la emergencia, anterior a la necesidad)». Los primeros eran periodistas, poetas, fotógrafos, etc.; los del segundo grupo, a falta de nombre mejor, fueron bloggers o blogueros. Pasada la moda de los blogs, los del segundo grupo se fueron hacia las nuevas modas: Facebook, Twitter, etc. Entonces seguirían haciendo blogs quienes usaban —y sigue usando— el blog solo como soporte para hacer lo que ya hacían antes. En ese sentido, los blogs y los bloggers se iban a morir, según él, en «uno o dos años».

Casciari decía estar luchando para quitarse de encima la etiqueta de blogger o bloguero, y ser considerado simplemente un escritor:
Años enteros quemándome las pestañas para ser un escritor, o por lo menos un cronista de mi tiempo, un observador de la realidad que redacta cuentos en la bohemia de la noche; y a la mitad de ese camino maravilloso viene alguien y me pone en el lomo una etiqueta absurda que, hace ya cinco años, estoy intentando despegarme de la espalda.

Todo bien, Casciari, pero convengamos que si un año antes habías publicado un artículo en El País en el que establecés la blogonovela como un nuevo género, que necesariamente debe publicarse en formato blog, y destacás que «escribir ficción online no significa hacer copy-paste de cuentos o novelas y publicarlos en una bitácora. Muchos optan por ello creyendo que escriben en internet, y lo que hacen es radio en la tele», bueno, digamos que en algo contribuiste con esa etiqueta, que vista así no parece tan absurda.

Y la digresión venía a cuento, me parece a mí, porque de lo que hablo es precisamente de un creador no de ficciones online, sino de ficciones a secas. Alguien que usa el formato blog solo como soporte posible y no como soporte imprescindible. De un escritor a la vieja usanza, vamos, y no de un blogonovelista. (Y todo esto dicho sin ningún ánimo peyorativo.)


La segunda y última parte de «La posibilidad de una novela en internet», dentro de unos días.

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