1 de mayo de 2012

El bando detrás del cual encolumnarse





1


Tal vez el fútbol sea el deporte más popular porque es el que mejor sabe reproducir las situaciones y las sensaciones de la vida cotidiana. Juego en equipo, talento individual, capacidad de adaptación a diferentes terrenos, temple para afrontar las situaciones difíciles, respeto por los compañeros, esfuerzo, estrategia, sacrificio. Como la vida misma. La vieja frase, una vez más: se juega como se vive.

2


Cito una anécdota de memoria, porque me la contaron, no leí el libro donde aparece (Timerman, de Graciela Mochkofsky): en alguna ocasión un periodista que trabajaba para uno de los medios de Jacobo Timerman se puso a explicarle una situación política a su jefe. Le dijo que había no sé si 7 u 8 bandos en disputa. Timerman lo interrumpió con algo así: «Eso está mal. No pueden ser 7 u 8. Los bandos son dos. Nunca son más de dos».

Perdón por la falta de rigurosidad en la cita. De todos modos, lo que me interesa referir es esa tendencia humana, que don Jacobo tenía tan clara, a dividirnos en dos bandos enfrentados, y también a encolumnarnos detrás de las figuras (personas o símbolos) que mejor los representan.

Eso se ha visto en el fútbol en los últimos tiempos. Para bien y para mal, el Barcelona y el Real Madrid han acaparado las miradas de todo el mundo del fútbol (que equivale, en buena medida, a todo el mundo, a secas). Porque representan el clásico de un país pero que se ha proyectado a escala internacional, porque son los dos equipos que más dinero manejan y dominan de manera abusiva una de las ligas que más dinero manejan, porque cuentan con los (probablemente) dos mejores jugadores del mundo, porque las nuevas tecnologías permiten seguir los partidos en directo desde cualquier parte, y por una cuestión no menos importante que todas las anteriores: porque representan dos escuelas de fútbol antagónicas. Del ganar como sea de Mourinho al fútbol-espectáculo de Guardiola. Imposible no posicionarse. No hay terceras posiciones, ni terceras vías, ni terceros mundos. O sí, pero también tienen que tomar partido por uno de ellos dos.

3


El fútbol argentino, mientras, vive tiempos tristes. Para los hinchas de River especialmente, claro, que vemos cómo el equipo zozobra y, a falta de siete fechas para el final del torneo del Nacional B, empezamos a mordernos los codos por la incertidumbre. No ascender y tener que jugar otra temporada en segunda sería una condena no igual a la del descenso, desde luego, pero parecida.


Pero el problema del fútbol argentino no tiene que ver con la realidad de un equipo. El problema es estructural. Hace algunos días se reunieron los dirigentes de la AFA para analizar un cambio en el formato de los torneos locales. El resultado más positivo del encuentro fue la sensación de que Grondona, por fin, transita su otoño personal. Lo malo precisamente de eso es que, por una vez, estábamos de acuerdo con él. Una vez que queríamos que ganara, pierde. Será de Dios.

Queríamos que ganara porque su propuesta era la de retornar a los campeonatos largos. Desde hace muchos años —desde el momento mismo en que se inauguraron los campeonatos cortos— sueño con el momento de volver a tener una liga como la gente. El paso del tiempo (¡ya hace 22 años desde que no tenemos un campeonato de más de 19 fechas!) ha causado que estos torneos arraiguen tanto que ahora cuesta mucho erradicarlos.

Creo que es fundamental erradicarlos. Lo antes posible.

4


Dice Marcelo Gantman en un texto publicado en canchallena.com días atrás:

Sublimadores de la posesión del balón y pragmáticos del ganar como sea ya no encuentran material de disputa en el orden interno [argentino] entonces se valen del Barcelona de Pep y del Madrid de Mou para dirimir sus inquietudes. Ese debate encontraba su versión argentina con las diversas líneas futbolísticas que anidaban en determinados técnicos. Acá ya no se sabe muy bien a qué se juega y la preocupación central de los equipos está en no perder para poder pasar una semana tranquila.

Tal descripción me parece tan cierta como triste. La mayor prueba es la lista de directores técnicos salientes del Clausura actualmente en juego: once. ¡Once en doce fechas! ¡Casi uno por semana! ¿Es que acaso nadie es capaz de detenerse y decirles a los demás: «Che, esto no es normal, hay que hacer algo»?

Hay que hacer algo.

5


El problema es que el fútbol argentino ha creado una rueda absurda, un círculo vicioso, que bajo el pretexto —en teoría positivo— de «todos juegan por algo» ha derivado en el negativísimo «a todos nos domina la histeria». Salvo un puñado de excepciones (Boca, Vélez, Estudiantes, Lanús) todos los demás equipos están metidos en una licuadora que los revuelve todo el tiempo y no saben qué tabla mirar: la del campeonato vigente, la de los promedios, la tabla general de la temporada…

«Decidimos mantener los dos torneos porque tenemos más oportunidades de salir campeones», dijo un dirigente. Y ponen como argumento que en los últimos años salieron campeones muchos equipos diferentes: Banfield, Lanús, Argentinos Juniors… O sea, cualquiera puede salir campeón. ¡Pero ese es el problema! Cualquiera no debería ser campeón, sino el mejor. ¿Quién recuerda ahora esos equipos campeones, esos planteles? Son campeones de juguete, descartables.

Arsenal este año jugó la Copa Libertadores de América. Lo que debería ser un premio se convierte en castigo: Alfaro decidió jugar con un equipo alternativo los partidos internacionales para sumar puntos pensando en no descender. Pero hizo eso antes de estar en puestos de descenso. Es decir, el miedo y la histeria reprimen, ahogan. Y Arsenal, tristemente, fue uno de los representantes argentinos en el máximo torneo continental. Así nos va: desde hace rato que nuestros equipos, en lugar de exhibir respeto ante rivales de otros países, sufren penurias.

6


Ahora Guardiola está sin trabajo. Imaginemos que tuviera ganas de dirigir en la Argentina. Salvo que fuera a Boca o a Vélez, en ningún equipo de Primera podría durar demasiado. Un fútbol como el que propondría no necesita solo buenos ejecutantes, sino tiempo. En la Argentina no lo hay.

Hace falta un cambio radical. Un torneo largo, para que haya tiempo para desarrollar proyectos. Eliminar los promedios, para que nadie comience una temporada con la soga al cuello ni haya planteles que paguen los platos rotos de sus predecesores. (Pero eliminarlos de un modo progresivo, para que nadie sienta que se está favoreciendo a nadie: al comienzo de una temporada se anuncia que esa es la última en que se tendrán en cuenta los tres últimos años; a la siguiente se cuentan solo los últimos dos; a la siguiente, solo la temporada en curso.) El equipo que suma más puntos es campeón, los que clasifican por debajo van a las copas; Argentina tiene 5 cupos para la Libertadores y 6 para la Sudamericana. Es decir, hasta el 12º puesto habría premio. Los últimos tres de cada año, al descenso.

Así, casi todos jugarían por algo. Y con mucha más calma. Estoy seguro, absolutamente convencido, de que el fútbol argentino sería mucho mejor. Con mucho mejores espectáculos, con equipos que valga la pena sentarse a mirar, que además obtengan mucho mejores resultados a nivel internacional.

Creo que el de los campeonatos largos y bien organizados es el bando detrás del cual tenemos que encolumnarnos, por el bien de todos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todavía no estoy seguro de compartir tu propuesta, Cristian. Sí el diagnóstico general, y el horizonte al que aspirás, que sin dudas es el que compartimos todos.
Sigo, por ahora, prefiriendo campeonatos cortos (creo que "democratizan" las aspiraciones, y eso es bueno, aunque traiga algunas cosas negativas). Me gustó mucho el post, porque el tema me importa, claro, y porque lo planteás con honestidad, claridad y pasión. Te mando un abrazo grande. Emiliano
PD 1: lo de Timermann es probable que te lo haya contado yo. Me sigue pareciendo un ejemplo de lo mejor y lo peor, simultáneamente, del periodismo.
PD 2: lo que decís de Mourinho, que es el Bilardo europeo, ¿por allá, además de vos, lo comparte la gente, la "afición", la prensa? te lo pregunto porque hace mucho que no veo partidos del Madrid, salvo escasas excepciones, y los resúmenes, que no son muy confiables, y no me deja esa sensación de "ganar cómo sea".

Cristian Vázquez dijo...

Hola, Emi:

Sí, sé que hay mucha gente que piensa como vos con respecto a la estructura de los campeonatos, a lo de la supuesta "democratización" que generan. Parece que ayer mismo se aprobó la reforma en los descensos (se eliminan las promociones, habrá tres descensos por promedio) y también que se jugará una especie de "final" por una "copa" o algo así entre los dos campeones de la temporada. Me ilusiono (quizá en vano, como tantas veces) con que sea un primer paso hacia la recuperación de los torneos largos.

Lo de Timerman me lo contaste vos y también mi hermano, me llegó por dos vías. Y tenés razón, se parece mucho a eso: lo mejor y lo peor del periodismo a la vez.

Y con respecto a lo de Mourinho: no le resto méritos. Sería de necios negar la capacidad de un tipo que ganó tantas cosas. Y este Real Madrid ha sido una verdadera máquina en la liga. De 36 partidos, lleva 30 ganados, 4 empatados y solo 2 perdidos... y 115 goles (promedio: más de 3 por partido). Sin embargo, esto no quita que la filosofía del DT sea "ganar como sea". Ahora puede ganar jugando bien, porque tiene grandes jugadores y encontró un esquema y un funcionamientol, pero si no es capaz de cosas muy miserables por conseguir el triunfo. Y me refiero tanto a estrategias de juego (que son lo de menos, porque el sistema ultradefensivo que usó el Chelsea para eliminar al Barça me parece pareció válido e incluso noble) como a cuestiones extradeportivas: mandar a sus jugadores a pegar, enredarse él mismo en trifulcas, denigrar verbalmente a sus colegas, etc.

No estoy seguro, pero me parece a mí que con estos tipos es una cuestión de piel: o te caen bien o te caen mal, y solo después uno busca las justificaciones y argumentos racionales. Yo a Bilardo lo quiero, aunque tal vez si hubiera tenido más años cuando él acuñó su estilo de juego como DT de Estudiantes me habría caído mal. Quién sabe...

Muchas gracias por el comentario. Un abrazo grande.