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USTED PUEDE
«No imagina en cuántas partes del mundo no se puede observar el cielo. Usted puede. Disfrútelo». Sobre el cartel de madera se puede ver el verde de la vegetación, la playa, el río, Uruguay y el cielo. Estamos en El Palmar, en Colón, Entre Ríos, uno de los 38 parques nacionales argentinos. Es verdad: allí, entre tantas otras cosas, se puede observar el cielo.
DOS DIFERENCIAS
Llegamos a Colón el viernes y nos vamos el domingo. Ese domingo, la revista Viva (dominical de Clarín) comienza a publicar Verano, una serie de historietas con guion de Hernán Casciari e ilustraciones de Horacio Altuna. La primera entrega es «La mochilera»: una rubia despampanante que va de vacaciones a un pueblo. «¿Por qué no hacemos esto más seguido, si tenemos pueblos hermosos a menos de 300 kilómetros de la ciudad?», se pregunta la protagonista. La tira muestra dos relatos paralelos: por un lado ese, en el que la chica, en primera persona, dibuja el supuesto panorama idílico de los pueblos de provincia; por otro, la historia que le toca vivir, que recrea aquello de «pueblo chico, infierno grande».
Nosotros estamos en un pueblo como el del cómic: con río, casas antiguas, techos altos, cielos sin antenas, pasto al costado de la calle… Un poquito más de 300 km desde Buenos Aires. Esa es la única diferencia. Bueno, esa y que, aunque había chicas lindas, ninguna tan infartante como la rubia surgida de los lápices de Altuna.
QUE PAGUEN LOS GURISES
Junto al río está la playa, y más acá una zona con árboles, pastito y parrillas. Nos tiramos en el pastito a tomar mate, a la espera de que pase alguno de los tantos churreros que, un rato antes, surcaban el área. Pero parece que se fueron todos. Después de un rato, decido que iré a buscar provisiones, pero en eso aparece uno de los vendedores empujando su carrito con dos ruedas y una pata adelante, una especie de carretilla cargada de churros.
—Pensábamos que ya no andaban.
—Sí… Es que tenemos mucho trabajo. Sesenta docenas vendí ayer.
Después haríamos las típicas cuentas del caso: a 20 pesos la docena, si vendió 60 embolsó 1.200 pesos, unos 220 euros. No está mal para un día de trabajo. Multiplicado por 23, da 27.600 pesos (más de 5 mil euros) por mes. Luego vienen las típicas ideas de dejar nuestros trabajos e irnos a vender churros a Colón. Y luego las típicas aclaraciones de que la temporada es corta, que hay que dejarse la espalda arrastrando todo el día el carrito de arriba para abajo… Todo queda en esas típicas y tontas cuentas.
Mi viejo hace el intento de pagar pero mi hermano y yo le decimos que lo haremos nosotros.
—Deje —le dice el churrero a mi papá—, deje que paguen los gurises…
¿HAY ENTRERRIANOS FAMOSOS?
El viernes a la noche visitamos el Palacio San José, museo construido en lo que fue la enormísima casa de Juso José de Urquiza. Está cerca relativamente: desde Colón hay que salir hasta la ruta 14 (son unos 7 km) e ir por esa ruta hacia el sur unos 30 km, hasta la altura de Concepción del Uruguay. Desde allí hay que hacer 23 km hacia el oeste y luego internarse otros 3 km en el campo. Ahí, en medio de la nada, vivía Urquiza.
Llegamos a eso de las 21.40 y nos enganchamos en la última visita guiada del día, que acababa de comenzar. Recorremos las salas, habitaciones, galerías y patios donde habitó el caudillo entrerriano en las últimas dos décadas de su vida, la habitación en la que lo mataron, vemos las huellas de sangre que dejó con su mano sobre una puerta, las marcas de los disparos en las paredes, restos de una Argentina que en esa época (Urquiza fue a vivir allí en 1848 y allí lo asesinaron en 1870) trataba de cobrar forma, a costa de mucha sangre derramada.
Como suele pasar, salimos de ahí con ganas de saber más del personaje y la historia de su tiempo. ¿Quién (qué) fue verdaderamente Urquiza? ¿Un héroe o un hijo de puta? Cosas como que hubiera ordenado tallar en mármol de Carrara y colocar en su patio sendos monumentos de Alejandro Magno, Julio César, Hernán Cortés y Napoleón, y que les pagara a sus empleados con una seudo-moneda llamada cuartilla que solo se podía usar en la propia pulpería de la mansión, parecen ponerlo más cerca de la segunda opción que de la primera. Pero tendría que saber mucho más para arriesgar una opinión aquí y pretender que me la respetaran.
De ahí pasamos a preguntarnos por entrerrianos famosos. No hay muchos, ¿no? Yabrán, dice uno de nosotros. Alfredo de Ángelis. Grandes valores. Después de un minuto mi hermano me pregunta:
—¿Gimnasia de Concepción del Uruguay no fue al que le ganamos en la última fecha, con gol de Sánchez?
—Ese fue Patronato —respondo—. Gimnasia de Concepción del Uruguay creo que está en el Argentino A.
Que juguemos en el Nacional B es una auténtica mierda.
URUGUAY
1
Cuando los habitantes de Colón hablan de «Uruguay» se refieren a Concepción del Uruguay. Raro, porque tienen Uruguay —el país— literalmente al lado. Salen a la puerta de sus casas y lo ven. Los carteles en la ruta incluyen las direcciones que hay que tomar para llegar a Concepción del Uruguay, Colón y Concordia en la misma cantidad que lo hacen para Paysandú o Fray Bentos. La diferencia es que para estas últimas aclaran «R.O.U.» (República Oriental del Uruguay). Una sigla horrenda, tan fea como la nueva moda de usar C.A.B.A. para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Como escribió Sasturain: no me cabe.
2
Varias veces durante los tres días de viaje se activa el roaming y me llegan mensajes al celular. A los dos celulares: al mío español y al que me prestaron para usar mientras esté en la Argentina. Todos dicen lo mismo, o casi:
En URUGUAY habla x US$ 0,50/min c/tu pack LOW COST d 30min (15entr./15sal.) a US$ 15. C/tu Movistar Prepago, Express o Control manda MU al 5678 Full *611/*112
O sea que… ¡estamos en Uruguay! Al menos según Telefónica. ¿Cuánto faltará para que las multinacionales empiecen a determinar los límites geográficos y la división política de los países?
3
Una pareja atiende un almacén. Sospechamos que son pareja, y que la niña hermosa que está sentada afuera, en la vereda, es la hija de ambos. Ella pregunta:
—¿Tenés monedas?
—No sé —dice él y saca del bolsillo un montón de monedas. Las sostiene sobre la palma de la mano izquierda, las revisa con atención, las separa con el índice de la derecha. Dice—: No, son todos pesos uruguayos.
Y no de Concepción: uruguayos de los de allá enfrente.
EL CALOR DEL CIELO
Nos ha tocado un fin de semana de mucho calor. El documento gráfico que acompaña estas líneas lo demuestra a las claras: mi ojota izquierda sabe lo que es sufrir la incidencia directa de los rayos del sol.
Una vez leí en una revista Muy Interesante que un grupo de gente que no tenía mucho que hacer había hecho un estudio de lo que decía la Biblia al pie de la letra. Cito de memoria, por supuesto, algo que leí hace muchos años, quizás veinte: según esta gente, al contrario de lo que se cree, en el Cielo hace más calor que en el Infierno. Concluían esto a partir de dos pasajes de los textos sagrados. En uno se dice que en el Cielo hace no sé cuántas veces la temperatura de no sé qué lugar, cifra superior a la temperatura a la cual se evapora el azufre. Como todos sabemos, en el Averno hay lagos de azufre ardiente… pero líquido. Muy interesante.
Entonces, eso. Un fin de semana de vacaciones en familia, en un pueblito de gente amable, se parece bastante —de un modo humilde, argentino, gauchito— al paraíso. Así es como se entiende el mensaje en el cartel: «No imagina en cuántas partes del mundo no se puede observar el cielo». Ahí se puede. Observarlo y tener la sensación de estar un ratito en él. Quien pueda, que lo disfrute.
3 comentarios:
Che y el Pancho Ramírez caudillo entrerriano!. Ni se te ocurra decir otra cosa: la verdadera República es la de Entre Ríos, no la de los orientales. Saludos!
qué envidia de sol y pueblos chicos
envidia de aquel lado
Francisco: tu tocayo fue, efectivamente, otro entrerriano famoso... y como decíamos anoche: el paranaense Jorge Comas.
Lara: ánimo. Ya te tocará. Un gusto, por cierto, que te pases por aquí. ¡Saludos!
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