La presencia de la literatura en Lost, el mayor hito de la cultura popular
de la primera década del siglo XXI
de la primera década del siglo XXI
UNO. La tercera temporada comienza con una reunión: los Otros se juntan a hablar de libros. El tema en cuestión es Carrie, la novela de Stephen King. Uno de los personajes, Adam, exclama: «¡No es literatura, es popcorn!». Alguien quiere saber por qué no es literatura, y él responde: «No hay metáfora. Es sólo por los números, es magia religiosa. Es ciencia ficción».
¿Habla de Carrie... o de Lost, de la propia serie? ¿La escena no se asemeja demasiado a un juego de los realizadores, que ponen en boca de un personaje las críticas que reciben por parte de sus detractores (o que saben que van a recibir, porque esta escena configura el pasado y el futuro de la historia, si caben estos términos para hablar de Lost)?
Inmediatamente después, y sin que parezca venir a cuento, alguien pregunta por Ben. Todavía no sabemos quién es Ben, pero parece importante, o al menos lo parece su ausencia. Las críticas se dirigen más tarde a Juliet, anfitriona y electora del libro en cuestión (Adam le espeta que «no lo leería ni en el baño», como si el baño estuviera reservado para la mala literatura), y ella se refugia en el sarcasmo: «¡Tonta de mí por elegir algo que a Ben no le gustaría! Aquí estoy, pensando que el libre albedrío todavía existe…»
Y en ese momento la tierra tiembla, porque Desmond no ha presionado el botón, y el cielo les regala un avión que se parte en el aire. Y la vida —la de ellos y la nuestra— cambia. Ya nada será lo mismo.
DOS. Porque Lost es mucho más que un éxito televisivo: es un hito de la cultura popular. El mayor de la primera década de este siglo, sin dudas. Porque esta serie cambia la forma de leer una historia.
Leer en un sentido amplio, claro está. Las analepsis y prolepsis ya existían, los viajes en el tiempo también, y las islas misteriosas, y los mundos paralelos… Pero la técnica narrativa (dice Daniel Link que esta serie es pura forma, que el contenido casi no interesa), el manejo de los tiempos, el suspenso y la intriga, la construcción de los personajes, los puntos de vista, son elementos manejados de modo preciso y certero por parte de los realizadores.
Y, fundamentalmente: Lost no habría sido lo que es sin internet. De otro modo, ¿cómo entender que las mediciones oficiales de audiencia de la serie hayan caído a medida que pasaban las temporadas, o que el esperadísimo comienzo de la final sesion no haya sido lo más visto el día de su estreno en EE.UU.? Es que Lost es la serie pero además es los capítulos disponibles para su descarga al día siguiente de su estreno en TV, su circulación en P2P, los tipos que se pasan toda la noche subtitulando, la Lostpedia, el millón y medio de teorías enarboladas en los foros y blogs que los hacedores del programa consultan religiosamente, los videos falsos de la Iniciativa Dharma o los «Oceanic Six», el material extra «exclusivo» de los DVDs publicado en YouTube, etc.
Es decir: Lost es la versión moderna (o posmoderna, como quieran) del éxito folletinesco de Dickens, o del Quijote —cuyo suceso genera una secuela apócrifa— o de Sherlock Holmes, que vuelve de la muerte por exigencia del público... sólo que aquí el público no sólo reclama o compra, sino que participa, crea, actúa, determina. Lost, un relato-rompecabezas del tamaño que cada uno prefiera.
TRES. Cuando Ben —antes, en la segunda temporada, cuando todavía lo conocemos bajo el nombre de Henry Gale— recibe de John Locke un ejemplar de Los hermanos Karamazov, le pregunta: «¿No tienes algo de Stephen King?». O está siendo irónico, o el concepto que Adam tiene de los gustos literarios de Ben es erróneo.
Hay un documental de ocho minutos que forma parte del material extra que acompaña la edición en DVD de la tercera temporada, titulado The Lost Book Club [«El club del libro de Lost»]. Allí los hacedores de la serie hablan de su pasión por Stephen King; el video muestra varios de los «pasajes literarios» de la serie, cuya cúspide está dada por el contrapunto dialéctico entre Sawyer y el propio Ben citando fragmentos de De hombres y ratones. «¿Acaso no lees?»
El video se puede ver completo aquí:
Podemos pensar, entonces, en una dicotomía de las que tanto les gustan a los hacedores de Lost: Stephen King y Dostoievsky, literatura popular vs. literatura culta, Jacob contra el hombre de negro, el backgammon, las piedritas en los bolsillos de Adán y Eva… ¿El Bien contra el Mal? Eso ya parece excesivamente simplón. Más bien, diría yo, la disputa de dos fuerzas o dioses plagados de imperfección.
CUATRO. Ya que el chauvinismo patrio suele jactarse de que «en todas partes hay un argentino», también lo hay aquí: en el cuarto capítulo de la temporada 4 (titulado «EggTown»), Sawyer aparece en dos escenas leyendo La invención de Morel. Libro que, como ellos mismos lo han reconocido, ejerció su influencia en los realizadores de la serie.
La aparición de Bioy Casares, hay que decirlo, le hace justicia no sólo literariamente. Cuando Sawyer está leyendo en la cama, Kate va adonde él está y se rinde a sus brazos. Como si la novela de ese dandy que fue don Adolfo representara un talismán: leelo y la chica linda será tuya.
CINCO. Entonces, ¿es popcorn? Para algunos lo será, sin dudas. No tengo ninguna intención de polemizar con (ni evangelizar a) nadie. Prefiero hablar de lo que de verdad importa. Los que saben dicen que el final de Lost defraudará, porque ha creado tantas expectativas que no puede ser de otra manera. Lo que es probable es que no todos los misterios serán resueltos. ¿Sabremos finalmente qué magia esconden esos números? ¿Cómo es que la imagen de Walt aparece en una lata de comida Dharma? ¿Quiénes eran (o son, o serán) Adán y Eva?
Pero una de las preguntas que —seguro— quedará sin respuesta es la planteada más arriba: ¿Stephen King o Dostoievsky? Como el yin y el yang, cuando parece que uno gana, el otro está ahí metido asegurándonos que no puede ser derrotado. Crimen y castigo también se publicó, originalmente, como folletín.
Quizá sea ese el más importante mensaje de Lost: lo mejor surge de abrevar de todas partes, fundir y reinventar. Conozcan todo y quédense con lo bueno. Elegí bien qué libro querés que sea el último que leas antes de morirte, porque te puede salvar la vida. Y andá con cuidado cuando creas que el libre albedrío existe. No sea cosa que en el cielo de tu isla aparezca un avión partiéndose en pedazos…
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6 comentarios:
Como siempre, Cristian: brillante.
Felicitaciones por el nuevo blog, Cristian! Ya le estoy hincando el diente (y poniéndolo en favoritos). Espero que no abandones el otro! Un abrazo. :)
Muchas gracias, señoritas. Y no, no abandonaré al Caballero. ¡Saludos!
Qué buen proyecto, a favoritos.
Y pensar que "La invención de Morel" te lo regalé yo... claro ahora el señor no lo va a reconocer, como tampoco reconocerá la carita rara que ponía cuando hablamos de Lost con Facu y Mauri!!!
Extrañaba pelearte.
Siempre me hablan de la cara que yo ponía antes cuando me hablaban de Lost. Seguramente era producto de mi ignorancia. :)
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