31 de marzo de 2012

Autodeterminación y libertad (2): un apéndice al post anterior




«EN INTERNET PREVALECE EL INSULTO»

El anuncio del artículo en Facebook
En el último post —de hace casi un mes— escribí sobre el tema Malvinas. Creo no equivocarme si digo que las discusiones y la polémica alcanzaron su punto más elevado en aquellos días, y que hoy, dos días antes del 30º aniversario, la cosa está más tranquila.

Al publicar el enlace de aquel post en Facebook, mi amigo Octavio hizo una serie de muy interesantes acotaciones. Yo me quejaba de que el documento titulado «Malvinas: una visión alternativa», firmado por un grupo de 17 periodistas, sociólogos e historiadores, hubiera generado una andanada de respuestas, de las cuales «todas llevan una enorme carga de violencia, la mayoría también de insultos, agravios, calificativos como “traidores” o “vendepatria” o burlas porque son pocos». Me cito a mí mismo en mi último post, aunque esté aquí abajo: «Ya no se pide elevar el nivel de la discusión, sino que al menos haya discusión. Vamos, ni siquiera: me conformo con una charlita. Con algo que se diferencie de la actitud adolescente de burlarse en masa de alguien simplemente porque no se entiende lo que ese alguien dice, o peor, de la actitud barrabravesca de pedir la muerte de los contrarios a causa de que… son los contrarios.»

Octavio, en su primer comentario, me explicaba que «argumentos hay y muchos. No tanto por esta vía [Facebook] ni por Twitter, donde se dan reacciones más espasmódicas. Pero sí en sitios en donde el pensamiento es más elaborado, que también los hay. Las redes sociales representan una suerte de mesa de café en donde el ingenio (cuando existe) suele prevalecer sobre la argumentación. Desde el oficialismo podrán decirte lo mismo con los discursos de la presidenta. Vos podés tener muchos argumentos en su contra, pero en internet prevalece el insulto».

DOS ANÉCDOTAS

Le pedí entonces que me dijera algunos lugares donde esos argumentos se expresaran. Me dio dos enlaces. El primero, un blog titulado Malvinas por siempre (cuyo último post, al momento en que escribo estas líneas, es del 13 de enero de este año). El segundo, el blog del escritor Mempo Giardinelli, que mantuvo una polémica con Jorge Lanata, uno de los firmantes del documento Una visión alternativa. Tal polémica —que comenzó con un artículo de Lanata, tuvo respuesta de Giardinelli, otro texto de Lanata y otro más de Giardinelli— me parece muy interesante. Estoy de acuerdo con ambos en ciertos aspectos y discrepo de las posturas de ambos en otros.

Uno de los artículos de Mempo Giardinelli en La Nación
 
Lamentablemente, ni el blog Malvinas por siempre ni Mempo Giardinelli discuten con el documento «Malvinas: una visión alternativa». Pero bueno, al menos reconforta un poco ver intentos de enarbolar ideas.

Octavio, que merece una mención de casi coautoría de este post, añade dos anécdotas. «La primera ínfima y mía —dice—. Ayer, alguien que escribe en un blog que compartimos, escribió una nota con los términos usuales en estos casos: cipayos, vendepatrias, etc. Esboza la teoría de que los intelectuales están en contra sólo porque están en contra de Cristina, de que no se lleve los logros de una supuesta argentinización de Malvinas. Mi respuesta fue que ésa podría ser la estrategia del gobierno: quedar pegado a una causa nacional que excede largamente los partidismos. Y creo que es así, simplemente. Es una estrategia que, mirá lo que admite un K, se acerca peligrosamente a la de Galtieri y compañía (fue lo que le dije a mi interlocutor). Y agrego ahora que el grupo de intelectuales, en este caso, si quiso decir eso, debió ser más claro y astuto, sin intercalar teorías vinculadas a la estrategia británica que se llevarían la discusión».

«La otra anécdota —sigue escribiendo Octavio— se la escuché hace unos días a Víctor Hugo Morales. Él contó que en 1982 esbozó, en una mesa de periodistas, no recuerdo si la idea de la autodeterminación de los malvinenses o algo similar. Cuenta que, cuando terminó la reunión, Nestor Ibarra le aclaró que el de Malvinas era un tema pasional para los argentinos. Que estaba claro que él no había mamado esta búsqueda de reivindicación histórica, pero que tenía que ser cuidadoso para no herir el sentimiento argentino al respecto».

Recuerdo que en una entrevista el rubier argentino Agustín Pichot contó algo parecido. Que cuando fue a jugar a Inglaterra (se incorporó al club Richmond en 1999) alguien le sacó el tema y él respondió que era una cuestión muy sensible para los argentinos, por lo cual era necesario tratarlo con respeto. Yo mismo tuve que aclararlo alguna vez al conversar sobre el tema con extranjeros.

MALVINAS PARA TODOS

Para bien o para mal, el tiempo pasa. Hoy la revista Barcelona puede hacer chistes y poner una tapa como esta que está acá al lado. No sé si se podía hacer algo así 10 o 15 años atrás. De la misma manera, también tenemos que darnos lugar para discutir el tema. Y que no cualquiera que opine en contra sea sepultado bajo los gritos de traidor, cipayo, vendepatria y otros epítetos.

Lo peor es estar encerrado siempre en dicotomías y maniqueísmos. Estás conmigo o estás contra mí. Está mal si un gobierno usa un tema tan sensible para todos solo para posicionarse y quedar pegado a una causa; está mal si hay quienes se oponen a esa causa solo por oponerse al gobierno. Dice Giardinelli que «algunos medios y no pocas personas parecen sostener la posición británica sólo porque odian a la Presidenta». ¿Es así, se odia? En una democracia, por imperfecta que sea, ¿no es mejor discutir o debatir que odiar? Y para evitar odios, ¿no es mejor abrir espacios de intercambio de ideas antes que gritar agravios e insultos, y procurar que nuestros gritos sean más altos que los de los contrarios?

2 de marzo de 2012

Autodeterminación y libertad




Dentro de un mes se cumplirán 30 años de la ocupación por parte de tropas argentinas de las islas Malvinas. Ocupación que derivó en una guerra, fruto de una trasnochada aventura de un grupo de irresponsables —por decirlo de un modo leve—, que duró menos de dos meses y medio, dejó un tendal de muertos, le dio aire a Margaret Tatcher para seguir gobernando en Gran Bretaña, aceleró la caída de la dictadura militar en nuestro país y nos hirió de tal modo que todavía seguimos sangrando.

Bastante agua corrió bajo el puente de las últimas tres décadas. Goles de Maradona, el cementerio de los caídos argentinos en las islas, el peluche de Winnie de Pooh de Guido Di Tella, etc. De manera reciente, el gobierno de nuestro país ha decidido volver a poner el tema en las tapas de los diarios. La cuestión de por sí abreva en lo más hondo de nuestro nacionalismo, pero en la actualidad el fervor patriótico se ve exacerbado y convertido en el más rancio patrioterismo de la mano del estilo kirchnerista, las patotas que responden al gobierno (que manejan no sólo los estamentos estatales sino también múltiples medios de comunicación, jactándose de su parcialidad al autocalificarse de «militantes») y, también, las personas de buena fe —entre las que se cuentan numerosos amigos míos— enamorados de la facción política que controla el Estado en estos momentos.

IMPONER UNA SOBERANÍA

Y resulta que a un pequeño grupo de personas, a diecisiete personas, se les da por decir algo raro. Raro porque se trata de un comportamiento que generalmente los seres humanos evitamos: decir en voz alta algo con lo que sabemos que la gran mayoría de las personas que nos rodean estarán en desacuerdo. No solo que solemos evitarlo, sino que muy a menudo, cuando nuestra opinión se opone a la de la gente de nuestro entorno, tendemos a pensar que estamos equivocados. Entonces sometemos esa opinión a mayores exigencias y mayores pruebas, las cuales ocasionan que esa opinión sea descartada o se refuerce.

A lo que iba: a un grupo de personas se les da por expresar una «visión alternativa» (así la llamaron) del tema. Afirman —entre otras cosas— que se debe tener en cuenta el derecho a la «autodeterminación» de los ciudadanos malvinenses, ya que no se puede «imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean». El documento está suscrito por Beatriz Sarlo, Santiago Kovadloff, Juan José Sebreli, Jorge Lanata, Pepe Eliaschev, Gustavo Noriega, José Luis Romero, Hilda Sábato y otras nueve personas (menciono los nombres y apellidos que, al menos para mí, son más conocidos).

MI POSTURA

Antes de seguir, aclararé mi postura al respecto: no estoy de acuerdo con el mencionado documento. Creo que a la Argentina la asiste la razón en su reclamo porque siguen vigentes los mismos motivos que me explicaron en la escuela unos poquitos años después de la guerra: causas históricas (las islas formaban parte del Virreinato del Río de la Plata y pasaron a formar parte de la República Argentina en el momento de la independencia, en 1816), políticas (fueron usurpadas por Gran Bretaña por medio de acciones contrarias al derecho) y, sobre todo, geográficas (se encuentran dentro de la plataforma continental argentina). Creo que es por eso que nuestro país recibe el apoyo de la comunidad internacional y que la disputa sigue en pie todavía hoy, casi 180 años después de la usurpación.

Y creo que la mejor salida al conflicto (no la óptima, pero sí la más ventajosa de lo que me parece posible) sería una solución al estilo Hong Kong, pero con plazos más breves: es decir, acordar que las islas pasarán a formar parte de la jurisdicción argentina a partir de, digamos, dentro de 20 años. De esa manera, se reconocería por fin la razón argentina y se les daría tiempo suficiente a los malvinenses para hacerse a la idea de que el territorio donde viven pasará a formar parte del país del que tan cerca han estado siempre, y que ellos puedan decidir si quedarse o irse o qué hacer.

MI MIEDO

Lo que me asusta (y no es una metáfora: de verdad me asusta) son las reacciones que ha generado el documento que habla de la autodeterminación. Al menos las reacciones que yo leí o escuché. Todas llevan una enorme carga de violencia, la mayoría también de insultos, agravios, calificativos como «traidores» o «vendepatria» o burlas porque son pocos. Muy bien. No seré yo quien defienda a esas diecisiete personas, que ya bastante grandecitas están como para defenderse solas.

El tema va por otro lado. ¿Un argumento, muchachos? ¿Alguien puede expresar algo parecido a una idea? Ya no se pide elevar el nivel de la discusión, sino que al menos haya discusión. Vamos, ni siquiera: me conformo con una charlita. Con algo que se diferencie de la actitud adolescente de burlarse en masa de alguien simplemente porque no se entiende lo que ese alguien dice, o peor, de la actitud barrabravesca de pedir la muerte de los contrarios a causa de que… son los contrarios.

Lo más parecido a un argumento que leí al respecto fue un razonamiento como el siguiente: «Si Sarlo tiene un departamento vacío, vamos a ocupárselo que total no nos va a echar porque va a respetar nuestro derecho a la autodeterminación». Tal ocurrencia esconde una falacia más grande que las Malvinas: Gran Bretaña lleva casi 180 ocupando las islas. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que, si ocupo una casa ajena y me afinco allí, termine siendo mía?

Aquí no se está hablando de una población extraña que fue desterrada de su lugar e implantada en unas islas perdidas en el Atlántico Sur. Se trata de 3.140 personas (la población estimada en 2008, según la Wikipedia), de los cuales el 70% son descendientes de británicos. Probablemente, isleños —como ellos prefieren llamarse— de varias generaciones. Los habitantes argentinos en las Malvinas (sigo citando a la Wikipedia) son 29, es decir, menos del 1%. Los malvinenses no quieren saber nada con ser argentinos: nos llaman con desprecio «bloody argies» hasta diseñaron tazas en las que la Argentina, literalmente, no existe.

Ya aclaré que no estoy de acuerdo con dejar el asunto librado al deseo de los habitantes de las islas. Pero tampoco me parece que sea un tema para dejar totalmente al margen.

Insisto: lo que me da miedo es la absoluta falta de debate, de discusión. Una voz, una sola, que se elevara sobre las demás para decir que Sarlo, Lanata y compañía están equivocados por tal o cual motivo representaría un enorme salto de calidad. Pero parece que no. En la lógica del «estás conmigo o estás contra mí» es suficiente con repetir frases: hijos de puta, cipayos, traidores, aguante presidenta. Lo más raro fue uno que pedía «hacerles un juicio exprés por traición a la patria y mandarlos a la silla eléctrica a Texas»; raro por esto de pedir que los manden a Texas… No faltará mucho para que aparezca algún cráneo K que proponga una silla eléctrica en San Martín, Ramos Mejía o Varela. Una solución nacional, popular y final.