12 de marzo de 2010

Adaptaciones peligrosas

Benjamin Button y otros curiosos casos de 
textos convertidos a otros formatos (o no)


UNO. Hace poco me regalaron la versión en novela gráfica (en historieta, hablando en criollo) de El curioso caso de Benjamin Button. El relato de Francis Scott Fitzgerald fue desconocido para el gran público desde su publicación en 1922 y hasta hace un par de años, cuando se estrenó la película inspirada en él, protagonizada por Brad Pitt y Cate Blanchett. La adaptación al cómic corresponde a Nunzio DeFilippis y Christina Weir, y cuenta con ilustraciones de Kevin Cornell. El prólogo de este libro señala que la película es «una adaptación, eso sí, sumamente libre», al contrario de la presentada en formato de novela gráfica, «una versión, esta sí, sumamente fiel al relato original».

No hace falta ser especialista en análisis del discurso para interpretar que los añadidos en esas citas («eso sí», «esta sí») le otorgan un valor positivo a la «fidelidad» de la adaptación (y, por tanto, un valor negativo a las «libertades» tomadas por una versión). Pero ¿es esto correcto? ¿A qué le llamamos «fidelidad» de una adaptación? ¿Cuanto más se parece una obra a la original en otro formato que la inspiró, tanto mejor?

DOS. No. Mi respuesta es: definitivamente, no. Las adaptaciones son traducciones; necesitan transformar un símbolo para que, en otro código, preserve el concepto y genere el mismo efecto, el mismo sentido (o, al menos, se acerca a ello lo más que pueda).

Los productores de El curioso caso de Benjamin Button podían haber optado por narrar «fielmente» la historia imaginada por Scott Fitzgerald. Los resultados habrían sido mucho menos atractivos que los logrados por el filme. Y lo que debe prevalecer, opino, es la calidad artística. El bueno de Scott, desde donde esté, habrá aplaudido la película. Estoy seguro.

TRES. En general, las películas basadas en libros que nos han gustado no nos dejan satisfechos. No terminan de convencernos: dejan mucha información afuera, alteran datos, no se parecen a lo que nosotros nos habíamos imaginado… La gran cuestión es dejar de lado los preconceptos y tratar de poner la mente en blanco, como si no supiéramos nada de lo que nos van a contar. Comparar, sí, pero después.

CUATRO. Hay algunos casos en los que el libro parece haber sido escrito solamente para luego ser llevado al cine. Uno de los más representativos es El graduado, de Charles Webb. Habría sido una novela más sin la película —estrenada en 1967, apenas cuatro años después de la publicación del libro— que hizo famoso a aquel tan joven Dustin Hoffman. La adaptación es fidelísima; el texto es tan limpio y directo y con tanto diálogo que se parece mucho a un guión cinematográfico.

Me enteré de que Webb estaba escribiendo la continuación de su ya mítica historia cuando redacté este artículo para Clarín, pero recién ahora, indagando para este texto, sé que el libro se ha publicado. Supongo que aún no hay traducción; se lo puede comprar en Amazon. No deja de ser curiosa la publicación de una segunda parte casi medio siglo después. ¿El Webb actual, a sus 70 años, puede continuar la historia que pergeñó —basado en una experiencia autobiográfica— cuando tenía 24?

CINCO. Internet no matará a los diarios ni a la televisión, como esta última no llevó a la extinción a la radio ni al cine. Pero es claro que la aparición de nuevo soportes tecnológicos modifica los anteriores, y nuestra realidad, nuestra manera de percibir el mundo y de contar historias. La aparición del cine, por ende, no fue indiferente para la literatura.

El relato en palabras —oral o escrito— había sido la mejor y casi la única manera de contar historias desde el principio de los tiempos hasta finales del siglo XIX. Hasta la aparición de un dispositivo capaz de mostrar imágenes en movimiento acompañadas de sonido. ¿Cómo reaccionó la literatura ante aquello?

Dicen los que saben que tres autores de comienzos del siglo XX revolucionaron la literatura: Joyce, Kafka y Proust. Ya nada sería igual después de ellos. Los libros tomaron otros rumbos, y le cedieron a las películas su carga de realismo y linealidad. Por algo, muchas de las mayores obras literarias del siglo pasado son imposibles de adaptar para la gran pantalla: Ulysses, En busca del tiempo perdido, La metamorfosis, Cien años de soledad, Rayuela, «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius»… por nombrar sólo algunos ejemplos.

SEIS. Algunas películas engrandecen al original en el que se inspiran. Quizá el ejemplo más grande de todos sea Casablanca, basada en una intrascendente pieza teatral titulada Everybody comes to Rick’s. Cuentan que Alfred Hitchcock buscaba buenas historias en libros mediocres. ¿Qué habría sido de Mario Puzo y su Padrino sin Francis Ford Coppola y Marlon Brando y Al Pacino? Ahora mismo se puede encontrar en algunas librerías españolas El secreto de sus ojos, de Eduardo Sacheri, quien sin duda no habría podido desembarcar como autor a este lado del Atlántico sin el filme de Campanella. Y es que el celuloide siempre le viene bien a la celulosa: pregúntenle si no a Piglia, quien no dependía de una película pero se vio muy beneficiado por la coproducción argentino-española de Plata quemada.

SIETE. Una amiga mía siempre se queja de los libros que llevan como imagen de portada un fotograma de la película que han inspirado. Ella dice que es porque las fotos de los actores y actrices predeterminan la imagen que uno se hará de los personajes, y le quitan lugar a la imaginación. Algo de razón hay en ello: ningún lector en su sano juicio pudo haberse imaginado a Florentino Ariza bajo una forma parecida a la de Javier Bardem.

Pero creo que hay un motivo aún más fuerte por el cual muchos preferimos que el libro tenga su propia tapa, y no que importe el cartel de la peli. Y es que —aun dentro de la cochina cultura consumista en la que vivimos— seguimos viendo en el libro, o queriendo ver, un producto cultural alejado de la industria y del mercado. Preferimos una portada con una ilustración abstracta, una foto que no entendemos, el detalle de un cuadro que nunca vimos pero que es arte, en vez de la mirada de ocasión posada por unos actores (malditos bastardos mercenarios) para incitarnos a pagar una entrada.

¿Cuál será la primera película en cuyo cartel aparezca la foto de la tapa del libro que la inspiró?

OCHO. Está buena la versión en cómic de El curioso caso de Benjamin Button. La edición es muy bonita y el relato, entrañable. Un admirador anónimo le escribió en su momento a Scott Fitzgerald:

He leído el cuento de Benjamin Button y quiero decirle que como escritor de cuentos usted sería un lunático de primera fila. He conocido muchos lunáticos en esta vida, pero de todos los chiflados que he conocido usted sería el mayor de todos. Detesto gastar papel y un sobre para enviarle a usted esta carta, pero voy a hacerlo igualmente.

Esta carta seguramente integra, junto con aquello que decía Fontanarrosa («me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: "me cagué de risa con su libro"»), la nunca escrita antología de los mejores elogios que un escritor pueda recibir.


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4 comentarios:

Nacho dijo...

De acuerdo con tu amiga en rechazar las portadas de los libros que reproducen el fotograma publicitario.

En cuanto la peli "El graduado", no tenía noticia alguna sobre el autor de la novela, a pesar de que la película marcó tanto a la generación de mi madre que es uno de los hitos del cine más fijados en mi memoria infantil...ahora añado la información de la precariedad económica del autor original de este clásico...(gracias a tu blog)... Me pregunto qué suerte habrá corrido esta segunda parte y me dan ganas de correr a comprarla, para que le llegue una semínima parte más de los beneficios al pobre de Charles Webb...siempre será menos que nada

Feliciano Tisera dijo...

Muy buena tu entrada, Cristian. Me inspiró, así que mi comentario es éste: http://lapostadelavida.blogspot.com/2010/03/peliculas-de-libro-y-viceversa.html.

Mariano dijo...

Muy buena.
Como ejemplo de que la mejor adaptación no necesariamente es la que sigue al pie de la letra el libro se me ocurre el caso "El Corazón de las Tinieblas"-"Apocalipse Now".
Ambos me parecieron excelentes en sus respectivos géneros.

Cristian Vázquez dijo...

Nacho, seguro que en algún momento la segunda parte de "El graduado" llega a nuestros países. Y me imagino que más tarde o más temprano harán con ella una película... y algún dios dirá.

Gracias, Feli, por el post y el link.

Mariano: ese es un caso muy claro de "adaptación libre". Iba a referirme a eso en mi artículo, pero se me hubiera hecho muy largo y, como suele decirse, necesitaba otro post para hablar de eso. Quizá en algún momento lo escriba.