17 de agosto de 2011

Coincidencias, canciones y Laura



«No confundas coincidencias con el destino», le aconseja Mr. Eko a John Locke en el capítulo 9 de la segunda temporada de Lost. Mi amigo Facundo (el primero que me habló y me insistió con que viera Lost) y yo, desde mucho antes de la existencia de esa serie, cada vez que una coincidencia se nos cruza en el camino, solemos decir algo como: «Es un signo. No sabemos de qué, pero es un signo».

¿Será que tiene sentido buscar interpretaciones a las coincidencias, a los sueños, a la forma de las nubes? Esta es la historia en tres capítulos de una de esas coincidencias.

UNO. En 2008, Libros del Asteroide publicó —por primera vez en nuestro idioma— la novela Postales de invierno, de la estadounidense Ann Beattie. Según los cronistas, este libro, aparecido originalmente en 1976, pintó mejor que ninguno el desencanto de una juventud que navegaba entre el desencanto y la sinrazón después del paraíso hippie de la década anterior.

Vi la novela al poco tiempo de que saliera; ojeé sus solapas, revisé sus textos de contratapa, espié el prólogo de Rodrigo Fresán. Y me dieron muchas ganas de leerla. Sin embargo, a pesar de haberla buscado y encontrado muchas veces en estos años en los estantes de las librerías, por algún motivo nunca me decidí a comprarla, siempre me dije a mí mismo que lo haría, pero más adelante.

DOS. Cuando me llegó el número 1 de la revista Orsai, en los primeros días de este año, la leí como si fuera un libro: de un tirón, en el orden en que aparecían los artículos, casi enterita (solo postergué —y lo sigo haciendo— el artículo sobre la serie Mad Men, para evitar los spoilers, ya que no la vi pero aspiro a hacerlo en algún momento). El texto que cierra la revista consistía en un cuento de un autor inglés a quien no había leído hasta entonces: Nick Hornby.

El relato, titulado «Mi hijo nunca será una estrella», cuenta la historia de una mujer de clase media londinense que descubre que su hijo trabaja como actor porno. Si tenemos en cuenta que el cuento me pareció excelente, y que Hernán Casciari escribió que cuando lo leyó lo sorprendió «la enorme cercanía entre los universos argentinos de provincia y los escenarios suburbanos de Inglaterra […] siento un parentesco brutal. Más incluso que con italianos o españoles. Un parentesco de raíz, no de entonación», me entraron, por supuesto, muchas ganas de leer más de Nick Hornby.

Y TRES. Como de mi último viaje a la Argentina me traje muchos libros, a los cuales se sumaron —por vía de adquisiciones, préstamos y regalos— otros aquí, todavía no había incursionado en las fabulosas bibliotecas públicas madrileñas en lo que va de 2011. Hasta hace un mes. Entonces fui a la de mi barrio con la idea de llevarme algo de Hornby.

¿Qué me llevo?, me pregunté. Fui a lo seguro: la más famosa de sus novelas se titula Alta fidelidad, con versión cinematográfica incluida. ¿Qué más? Como tantas otras veces, recordé: Ann Beattie, Postales de invierno. Busqué la letra B y allí estaba. Y me fui a casa con las anheladas novelas.

Primero leí (y disfruté mucho) Alta fidelidad. Coincidencia chiquita que funciona como apéndice de la grande: mientras leía esta novela, el blog Papeles perdidos, de El País, publicó un post titulado «Listas y libros», en la que el autor, Guillermo Altares, afirma: «la mejor novela (y película) de listas que recuerdo es Alta fidelidad», y hasta incluye el video de un fragmento de la película.

Después me puse con Postales de invierno. Y aquí empezó lo, llamémoslo así, raro: empecé a advertir ciertos parecidos y similitudes que, de antemano, ignoraba por completo. A saber: en ambas novelas la música tiene una presencia crucial y se mencionan decenas de canciones; en ambas el protagonista es un hombre joven, que vive en un barrio en una gran ciudad, que tiene al menos un amigo entrañable y que acaba de terminar una relación con una mujer de la que sigue enamorado, una mujer que se llama Laura…

No confundas coincidencias con el destino, me dije.

También disfruté muchísimo con la lectura de Postales de invierno. Terminada la obra, tal mi costumbre, fui a leer el prólogo. Y allí Rodrigo Fresán —en una nota al pie, cerca del final del texto, en la que habla de las influencias ejercidas por la novela de Beattie— apunta:

En lo literario, una de las descendientes más célebres y, para mí, reprochables y bastardas de Postales de invierno es (con un argumento bastante parecido, también muy musicalizada y reincidiendo con las figuras de omnipresente mejor amigo y ex novia difuminada) la muy sobrevalorada Alta fidelidad (1995), del inglés Nick Hornby.

Que una obra influya sobre otras, está claro, no es nada fuera de lo común. Tampoco que mis gustos coincidan o no con los del bueno de Fresán. Lo curioso, lo llamativo, es que dos libros que llegaron hasta mí por caminos tan distintos estén tan estrechamente vinculados entre sí. Como si todas las veces que en una librería tuve en mis manos un ejemplar de Postales de invierno, lo que me hubiera impedido comprarlo hubiese sido una fuerza superior que me impelía a esperar mi descubrimiento de Nick Hornby para poder, entonces, leer las dos obras al mismo tiempo. O como una mera casualidad.

Es un signo, Facu.

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7 comentarios:

Vero dijo...

Esta vez sí voy a comentar. Porque leyendo el primer párrafo del post me acordé que hace poquito volví a ver Alta Fidelidad. Después de mucho tiempo. Con una mirada nueva. Con la misma fascinación por las listas, pero con la capacidad de interpretar de modo diferente la peli. Y me volvió a encantar. ¿Por qué decidí verla? Justamente porque leí el post en El País y no pude resistir la tentación... y me puse a pensar si sería bueno o no formar parte de una lista como la de John Cusack. Jajajaja. Qué gracioso. No sé si es una coincidencia o no pero me resulta gracioso. Ahora, me provoca curiosidad pensar si en algún momento nos encontraremos simultáneamente con el relato de alguien que haya creído ver a un amigo, en una ciudad improbable. Mejor: escribilo vos.

El Fantasma de Belgrano dijo...

Cualquier gil reconoce un signo cuando éste muestra a las claras lo que quiere significar. Todos sabemos, sin necesidad de contar con ninguna clase de sexto sentido, que ver un tipo caerse es señal inequívoca de que hay que jugarle al 56. Sin embargo, hay que ser muy hombre (o muy mujer) para reconocer un signo cuando no se tiene la menor idea de lo que quiere decirnos. Reconocer que una situación o un objeto nos están queriendo decir algo es muy meritorio solamente cuando no tenemos la menor idea de lo que intenta develarnos.
No hay dudas. Es un signo, Kity.

Anónimo dijo...

Cristian, yo no leí nada de Hornby (sí ví la película Alta fidelidad, que me gustó mucho), pero vaya coincidencia (es sólo una coincidencia, nada más): esta mañana fui jurado de una tesis de producción, un programa piloto de TV sobre literatura y fútbol. El principal entrevistado, el "doctor" Juan Manuel Herbella, recomienda fervorosamente "Fiebre en las gradas" de Hornby, que ya me había recomendado hace años mi amigo Antonio. Parece que es un gran libro para los que amamos la literatura y el fútbol. Abrazo grande, Emiliano

Cristian Vázquez dijo...

Vero: lo de preguntarse si sería bueno o no estar en una lista ajena, me recordó a la canción "Mi lista negra", del Cuarteto de Nos (otra de las grandes recomendaciones -que yo sigo con evidente retraso- de nuestro amigo Facu). La canción se puede escuchar acá: http://youtu.be/4_Z12IKmomE Y el cuento ese que decís, ya se escribirá...

Facu: nunca lo había pensado de esa forma. ¡Cuánta razón! Supongo que tendremos que seguir pendientes de los signos que veamos en el camino, con la secreta esperanza de que alguna vez se nos revele su significado.

Emi: sigamos, entonces, con las coincidencias: la semana pasada me compré "Fiebre en las gradas". Y espero que sea una de mis próximas lecturas...

Anónimo dijo...

Ahora me toca a mí. Hace un año y 10 meses comencé a salir con una persona cuyo antroponímico es Alejandra. En unos momentos de inquietudes literaris ella me da unos cuentos que había escrito para que yo lea. Cuando yo le manifiesto mis apreciaciones personales ella me dice y bueh no seré Alejandra Laurencich pero hago lo que puedo. Quién pregunto yo? Alejandra Laurencih me dice, no la conoces es una escritora argentina actual un poco oscura pero muy buena. Tienen una novela (vete de mí) y dos libros de cuento. Al otro día los tres libros estaban sobre mi mesa y su lectura no supero la semana reconfirmando los rasgos que mi Alejandra tenía sobre esta Alejandra. Poco tiempo después escucho un reprotaje por la televisión que le estaban haciendo a Laurencih y en una parte ella menciona que el libro que más le impresionó de los que utimamnete leyó es signo de los tiempos de una tal Romina Doval que hasta ese momento yo tampoco conocía. Consigo el libro un día casi de casualidad en una librería de Corrientes y allí reconfirmo la apreciación que Laurencih tenía sobre esta escritora. Hace una semana y media cuando salí del trabajo y mis ojos se tuvieron que detener como siempre en un puesto de diario que hay en Corriente y Callao veo una revista titulada la balandra, pregunto de que se trata y me dicen con desgano que es una revista nueva de literatura. Me fijo el índice y como veo que hay una entrevista a Romina Doval la compro. Al llegar a mi casa advierto que la revista la dirigía Alejandra Laurencih. Con ansias me pongo a leer el reportaje a Romina Doval (y ahora viene lo mejor...) y esta dice que uno de los libros que más le impresinó de los últimos que leyó es Como ser buenos de Hornby. Tomo en cuenta la recomendación para un día adquirirlo, pero hete aquí que ayer tengo que ir al banco a hacer varios trámites. Cuando llegó sacó el número 20 e iban por el 76 es decir que 56 números aunuqe ninguna caída me separaban de esa tan ansiada ventanilla. Allí advierto que mientras tanto no tengo nada para leer y como eso mi espíritu no se da el lujo de permitirselo me cruzo a la librería de enfrente para comprarme algo mientras espero. Allí lo primero que veo es como ser buenos de Hornby lo compro y leo 34 deliciosas páginas mientras me doy cuenta que mi maldito número ha llegado. Hoy que no fui al trabajo leo esto que mi amigo Facundo me había pasado y que tenía pendiente hace unos días atrás. Allí terminé de comprender comprendí que atrás de Laurencich está Doval atrás de Doval Horbny y atras(o al costado)de Hornby Beattie, y quien sabe quien estará atrás de Beatti, quien empezará esta trama de signos... Porque como dijieron quizas no exista el azar (ni el destino agregaría yo) sino tan solo una trama secreta...
Ahora los dejo me tengo que ir a comprar Alta Fidelidad que seguro era lo que hace un año y 10 meses debía haber leído.

Cristian Vázquez dijo...

Y cuántas más de estas otras coincidencias estarán por ahí, esperando a que las descubramos. ¿Quién está antes de Laurencich? ¿Y quién después de Hornby? Mejor ni preguntárselo. Porque además es así como funciona: encontrando cuando no se busca... Un abrazo, Anónimo.

Anónimo dijo...

Como decía el maestro en ese gran juego literario que supo crear... Anadábamos sin buscarnos pero sabiendo que andabamos para encontrarnos... a lo que yo le agrego que la mayoría de las veces un buscador es alguien que busca aunque no necesariamente alguien que encuentra...
Yo ya no me atrevo a preguntarme por los antecesores o los sucesores de los nombrados, pero aliento a los espíritus valientes a que lo hagan!!!!!!!!!!!! Por ahora me conformo con develar mi identidad. Soy Gabriel Fava el amigo del trabajo de Facu y nos conocimos en uno de los cumples de Facu. Abrazo grande de este lado del atlántico!!!